Las articulaciones sinoviales son las que permiten en gran medida el movimiento del cuerpo humano, por lo que también son las más susceptibles a presiones y daños que producen el denominado dolor articular.


Este padecimiento afecta a las articulaciones de nuestro cuerpo, como los dedos de manos y pies, las muñecas o las rodillas, y suele manifestarse por rigidez, dolor al tacto e inflamación en la zona afectada. El dolor articular también es causa de artritis y artrosis (la forma más frecuente de artritis), y puede ir acompañado de inflamación de una o más articulaciones y se produce de distintas maneras.


Las articulaciones que suelen doler con mayor frecuencia son la sacroilíaca (huesos de la pelvis) y las articulaciones de la rodilla, la cadera y el hombro. De todas las articulaciones, la articulación de la rodilla es tal vez la que sufre daños con mayor frecuencia y la más susceptible de causar dolor.


En la artrosis, el cartílago de la articulación (el tejido esponjoso que protege las articulaciones) se deteriora, y su capacidad para regenerarse es limitada, lo que produce una pérdida de cartílago, que como resultado deja los huesos desprotegidos por lo que rozan uno contra otro produciendo inflamación, dolor y protuberancias óseas en la articulación, lo que genera con el tiempo la rigidez y dificultad de movimiento.


Existen factores de riesgo que aumentan la probabilidad de padecer dolor articular, como daños en la articulación por lesiones o intervenciones quirúrgicas anteriores, la predisposición genética, la estructura anatómica de las articulaciones afectadas y la obesidad, ya que en este caso las articulaciones se ven expuestas a una presión excesiva.


En caso de manifestar alguno de los síntomas descritos, es necesario acudir con tu médico ortopedista de confianza para obtener un diagnóstico oportuno.